La Revista
Literaria Extramuros está por fin en la red de redes. Me complace anunciar esta
noticia en tanto que con esta publicación y con la personas que la llevan
adelante me unen lazos de amistad indiscutibles y una parte de mi vida del todo
inolvidable para quien suscribe estas líneas de presentación, no en vano la vi
nacer de primera mano y en sus inicios fui codirector con uno de los Fundadores
y a la sazón director de estos primeros números, el lamentablemente
desaparecido José Espada. Posteriormente fui director inaugurando un nuevo
período en Extramuros, donde se vieron números de gran relevancia y de
ineludible referencia. Hoy voy a presentar simultáneamente esta entrada en este
blog Ancile y en el propio de la Revista Extramuros. Será un estupendo motivo
para conocer el entorno digital de esta revista y rendir homenaje a su creador
y uno de sus fundadores y directores de la misma: José Espada; por cierto,
estamos preparando un librito de poemas suyos inédito que en breve verá la luz: Versos de ayer. Para la
ocasión he escogido una separata de uno de los números porque acaso fue la
última cosa que vio publicada nuestro amigo (salió a la luz en diciembre de
1998, y él falleció a primeros del año siguiente), y porque así mismo sea la
que inaugure una nueva época en el ámbito de las nuevas tecnologías que,
seguro, la difundirán como sin duda se merece. Acompañaran las mismas
ilustraciones del cuadernillo, de José Arcadio Roda. Así pues, solácense con
tan delicada propuesta en forma de pregón que tuvo a bien dedicarnos a los
amigos en los últimos días de aquel año y que, como digo, dará cauce a otros
muchos que vendrán de la mano de todos los que trabajan porque así sea.
Francisco Acuyo
LA REVISTA
LITERARIA EXTRAMUROS EN LA RED
NAVIDAD Y
POESÍA
Hablar de Navidad es repetir,
siempre, los mismos tópicos, sin posible aportación de novedades, por aquello
de que nada hay nuevo bajo el sol.
Navidad y Poesía comparten la
magia del misterio que arrastra al espíritu a sentir una profunda conmoción de
lo que presiente o intuye, pero no conoce; que puede emocionarle pero nunca
alcanzará a comprenderlo porque sería como traspasar los límites de ese mismo
misterio que paradójicamente, no tiene fronteras.
Sin duda, la Navidad es un
fenómeno de alcance universal que ha influido en la vida de millones de seres
en el ámbito del cristianismo y, por tanto, en la historia del Arte. Muy
especialmente, en la literatura, y de ésta, en la Poesía que ha fructificado en
la tradición y en el folclore de los pueblos que han cantado a la Navidad: unos
400 millones de habitantes que hablan español; aparte de la riquísima tradición
de los pueblos anglosajones.
Pero antes de seguir
adelante, debo asumir la obligación de hacer un acto de contrición, utilizando
el poema del granadino Luis Rosales, en su «Autobiografía»; por tanto, me tomo
la licencia de utilizarlo a modo de confesión general, como homenaje a mi viejo
amigo y maestro, con el que compartí juventud y vocación, cuando se ha
cumplido, recientemente, el sexo aniversario de su muerte, ocurrida el 30 de
octubre de 1992:
Como el náufrago metódico que contase las olas que le bastan para
morir;
y las contase, y las volviese a contar, para evitar errores hasta
la última,
hasta aquella que tiene la estatura de un niño y le cubre la frente,
así he vivido yo con una vaga prudencia de caballo de cartón en el
baño,
sabiendo que jamás me he equivocado en nada,
sino en las cosas que yo más quería.
Todo pregón encierra algo de
proclama y de manifiesto que trata de difundir una noticia triste o alegre.
Aquí se dan los dos componentes: alegre, por el aspecto festivo del
acontecimiento y, melancólico, por el paso inevitable del tiempo que nos
envuelve en suave niebla de nostalgia; echamos de menos a los ausentes y a los
que se fueron para siempre; especialmente a la hora de reunirse la familia en
Navidad.
En efecto, la Navidad ha
llegado, sin saber cómo, como llega la Primavera de Machado, con el paso y el
pulso irrevocable de los días que transitan en el Adviento, con su carga de
esperanza. El Adviento es la cinta transportadora, que nos va introduciendo en
el gran acontecimiento de la Navidad, nos instala en ella y nos abre las
puertas del corazón al amor fraterno como ninguna otra fiesta, como ha
expresado mi gran amigo y compañero de aventuras literarias, el poeta jerezano,
Rafael Rodríguez Almodóvar del cual voy a leer un poema, cuyo latido subválveo
es, precisamente, una convocatoria al amor y al encuentro navideño. Dice así:
El tiempo no detiene
jamás su lineal itinerario;
y en las pausas de nieblas y silencios
nos va infiltrando la hora
cumplida del adviento.
Hay un clamor de música celeste
que corona la tarde de trompetas
y luces de colores encendidas
con aparato de redonda fiesta.
Un escenario inmenso, bien propicio
al amor hondo, al abrazo pronto,
y al esperado encuentro navideño.
Aquí pongo mi mano siempre abierta
y un oloroso viejo en mis toneles.
De par en par las puertas... Esperando.
Ciertamente, la Navidad es
puerta abierta a la esperanza, invitación a dejamos dominar por su magia, al
encuentro familiar, y al regreso a nuestros orígenes, que tanto impacto origina
en estas fechas.
Si desde el espacio exterior
pudiéramos observar nuestro planeta, en estos días inmediatamente anteriores a
la Navidad, podríamos ver un inmenso hormiguero humano, en un incesante ir y
venir, que a instancias de impulsos ancestral es «Vuelve a casa por Navidad»,
como dice el slogan publicitario del turrón. ¿Cómo era la Navidad de antaño?
Quizás se vivía con un
sentimiento religioso más extendido, pero con la misma fuerte vinculación a esa
llamada del hogar y de la familia que simboliza el Portal y el Nacimiento. Con
el tiempo, las celebraciones han ido variando, aunque lo esencial permanezca.
Por supuesto, recuerdo, con mayor precisión, las de mi niñez: la cena cumplida,
pero austera, la misa de gallo como acto central, la comida del día de Navidad
con el plato fuerte del pavo en variadas recetas culinarias, los dulces
pascuales característicos de los que los niños comíamos abusando de ellos; a veces
las fiestas se nos ensombrecían un poco con los empachos y sus consecuencias:
las purgas redentoras del aceite de ricino o el agua de carabaña de difícil
aceptación, que cumplían, sin duda, su misión de lavado de estómago, para
volver a empezar.
Nada mejor para evocar estos
recuerdos de otros tiempos, que el famoso relato de Pedro Antonio de Alarcón,
«La Nochebuena del poeta» tan conocido. Quisiera no obstante, hacer un breve
extracto del mismo, por lo que tiene de expresivo, de cómo era la Navidad en otro
tiempo.
Cuenta nuestro escritor
accitano que después del toque de oraciones, el padre con voz solemne, comunicó
al niño Pedro, al futuro gran escritor, que esa noche no se acostaría a la
misma hora que las gallinas, porque ya era grande y debía cenar con sus padres
y con los mayores puesto que era Nochebuena.
Aquellas palabras fueron
recibidas con regocijo natural por Pedro, porque se acostaría tarde, mirando
con desprecio a sus otros hermanos pequeños.
Describe Alarcón el hogar en
que chisporroteaba un enorme tronco de encina; la negra y ancha campana les
cobijaba a todos; estaban también las dos abuelas que aquella noche se quedaban
en casa para presidir la cena; seguidamente, se hallaban los padres, luego los
hijos, y por último los criados.
Algunos copos de nieve caían
por el cañón de la chimenea, y el viento silbaba a los lejos, hablando de los
ausentes, de los pobres, de los caminantes.
Se tocaba el arpa, sonaba la
zambomba, se cantaba, todo era bullicio, todos contentos, circulaban los
mantecados, los roscos, los dulces monjiles, el aguardiente de guindas, se
hacían proyectos de ir a misa de gallo, elaborar sorbetes con la nieve del
patio, etc... En medio de aquella alegría, la abuela paterna cantó:
La Nochebuena se viene,
La Nochebuena se va,
y nosotros nos iremos
y no volveremos más.
Esa copla heló el corazón de
Pedro, el futuro gran escritor, y se le manifestaron de repente todos los
horizontes melancólicos de la vida, que sumió al niño entre voces y visiones
del presente, pasado y futuro de las generaciones familiares; y el desfile de
mil nochebuenas más que vendrían periódicamente, cambiando los escenarios,
robando vida y esperanza y creando alegrías futuras en las que no todos los
allí presentes participarían, etc., etc... Y, finalmente, cierra Alarcón este
relato: «Un río de lágrimas brotó de mis ojos. Se me preguntó por qué lloraba;
y como yo mismo no lo sabía, como no podía discernido claramente, como de
manera alguna hubiera podido explicado, interpretóse que tenía sueño y se me
mandó a acostar.
Lloré pues de nuevo con este
motivo, y corrieron juntas, por consiguiente, mis primeras lágrimas filosóficas
y mis últimas lágrimas pueriles».
La Navidad tiene también su
cara y su cruz. Su cara está en su lado efectivo, religioso, gastronómico, familiar,
etc. (sobre todo, el gran triunfo de la gastronomía que nos ataca desde todas
las posiciones posibles), y su cruz en el agravio que representa el cuadro de
los desheredados que siguen ahí arañando nuestra sensibilidad, la marginalidad
de los presos en las cárceles, el dolor de los enfermos y de sus familiares que
los acompañan... Constituyendo una parte del Todo, y merece dejar constancia de
nuestra solidaridad con ese espectro del desamparo que se introduce en nuestra
conciencia.
Hoy, cuando vivimos saturados
por la abundancia, apenas se habla del pan, ni aún en Navidad. La importancia
del pan en la España del hambre, de capas sociales dominadas por un fondo de
economía modesta, puede quedar reflejada en aquel bando chusco del alcalde de
un pueblo que hacía un llamamiento a la celebración de la Navidad igual,
seguramente, a los de otros años anteriores.
De parte del señor alcalde
que todo el pueblo se alegre
que llega la Navidad
y se rejunten los pobres
al pie del Ayuntamiento
que se va a repartir pan.
Pan, pan. Palabra mágica,
alimento fundamental en aquellos años. Su importancia quizá no la puedan
comprender hoy las nuevas generaciones que se están acostumbrando a considerar
el pan como algo superfluo.
Pero no nos asombremos
demasiado, porque yo he leído en los carteles del Corpus de la Granada de los
primeros años de este siglo, en el Programa de las Fiestas, como un acto más de
las mismas, el reparto de pan a los pobres.
También quiero recordar
aquellas cenas colectivas multitudinarias para pobres en la década de los 40
que ejercían su función de parche de caridad, en cuya organización participé y
que tenían como colofón la alegría desbordada de los desheredados que inundaban
las calles de Granada con sus cánticos y manifestaciones de estómagos
agradecidos.
Hay aspectos no exentos de
comicidad en la caridad oficialista como aquellas campañas navideñas de «i
siente a un pobre en su mesa!», cuyo recuerdo me sigue indignando por la
humillación que significaba. Seguramente, el pobre afortunado sería aseado
adecuadamente y sentado en una mesa de buen mantel, vajilla y cubiertos, en la
que el pobre de turno saciaría su hambre, sin duda, con buenos alimentos,
postres incluidos. Y después, acabada la cena, ¿qué sucedería? Nada: el pobre a
la calle; y en el mejor de los casos, volvería a su refugio, ¡si tenía la
suerte de tenerlo!
Los días de Navidad
constituyen un largo puente junto a la Fiesta de los Reyes Magos como traca
final. La ilusión de los niños se estimulaba con los escaparates iluminados y
los puestos de Bib-Rambla, y estallaba la víspera de Reyes con la Cabalgata y
la noche de la espera en la que verían cumplidos sus sueños, más o menos
generosamente, según las posibilidades. Y cuando llegábamos al 6 de enero
.", parecía que los tenderetes de la Plaza Bib-Rambla, exponentes de la
Navidad granadina, se resistían a desaparecer.
Pero también aquí afloran las
diferencias con el nivel de antaño. Los niños se sentían felices con sus
caballos de cartón y sus carromatos de hojalata o los ruidosos tambores o
zambombas; las niñas con sus modestas muñecas y sus cocinitas. No era difícil
contentar a los niños porque su nivel de exigencia estaba a la altura de las
circunstancias de los mayores, pero eran tan felices, o más, como ahora que
disponen de complicados juguetes teledirigidos, con las muñecas que hablan y se
hacen pipí, las casas perfectamente equipadas, los juegos electrónicos, los
automóviles con batería, los volquetes y grúas mecánicas, los tanques y otros
juguetes bélicos cuya repulsa e indignación hacia ellos manifiesto para
contribuir a las protestas y conseguir, de una vez por todas, que se prohiba su
fabricación y venta.
Insistimos en la
universalidad de la Navidad que engloba la mayor parte de las religiones y
ramas del cristianismo.
Me limitaré al ámbito
hispánico que comprende también pluridad de países y que supone unos 400
millones de habitantes y afecta a diversas literaturas que se expresan en la
lengua de Cervantes. Pero hoy nos tendremos que atener a nuestra tradición
española, destacando el villancico presente en nuestra poesía, desde el siglo
XV en que Juan del Encina, sobre el patrón que imperaba del Cancionero en boga,
establece los elementos pastoriles o rústicos que dan aire al villancico y lo
diferencian de las canciones del amor cortés o de ambientes cultos de la corte
y cuyos villancicos han influido posteriormente en todos los poetas desde el
Siglo de Oro hasta nuestros días. Sin embargo, lo que en Juan del Encina se
llama villancico es algo diferente de los populares que el pueblo canta en
estos tiempos, aunque tenga en común el uso de estribillos o motes que repiten
la idea central del poema.
He aquí el fragmento de un
villancico bastante largo de Juan del Encina, del que sólo reflejamos dos
estrofas:
Duélete Virgen, de mí,
mira bien nuestro dolor,
que este mundo pecador
no pueda bivir sin ti.
No llamo desque nací
«Vida mía» sino a ti, Virgen María.
Tanto fue tu perfección
y de tanto merecer
que de ti quiso nacer
quien fue nuestra redención.
No hay otra consolación,
vida mía,
sino a ti, Virgen María.
En él vemos cómo los dos
versos finales se van repitiendo en cada estrofa.
Sin duda, Juan del Encina ha
influenciado a los poetas de generaciones posteriores incluyendo a nuestros
clásicos, y así vemos, por ejemplo, cómo Luis de Góngora escribe:
Caído se le ha un clavel
Hoy a la Aurora del seno;
¡qué glorioso que está el heno
porque ha caído sobre él!
Cuando el silencio tenía
todas las cosas del suelo,
y coronada de hielo
reinaba la noche fría,
en medio la monarquía
de tiniebla tan cruel
caído se le ha un clavel.
Utilizando la misma técnica, Lope de Vega nos canta:
Alegraos, pastores,
ya viene el albore.
Tened alegría,
que ya viene el día.
Alégrese el suelo
con tal regocijo,
pues de Dios el Hijo
hoy baja del Cielo
y en humano velo
por nuestros amores.
Alegraos, pastores,
ya viene el albore;
tened alegría,
que ya viene el día.
Un ejemplo más de Lope de Vega:
Mañanicas floridas
del frío invierno,
recordad a mi Niño
que duerme al hielo,
Mañanas dichosas
El frío diciembre,
aunque el cielo os siembre
de flores y rosas,
pues sois rigurosas
y Dios es tierno,
recordad a mi Niño
que duerme al hielo.
Podríamos seguir con más y
más ejemplos, de Quevedo, Ruiz de Alarcón, Fray Íñigo de Mendoza, Calderón,
etc., etc. Sólo antes de pasar a otras composiciones de la poesía actual,
quiero detenerme en San Juan de la Cruz, donde culmina el misticismo en la
historia de la poesía española. Se ha cumplido en este año el 407 aniversario
de su muerte, y sólo quiero recordar en homenaje a él, la última estrofa de
Noche oscura del alma, expresión de la máxima espiritualidad del encuentro con
Dios, aún cuando tenga que prescindir de otros romances alusivos al Nacimiento,
que tiene el Santo.
Quedéme, y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
Otros ejemplos de la poesía
actual que siguen reflejando lo maravilloso del misterio del Nacimiento, anhelo
de espiritual belleza con que la humanidad se contempla a través de los siglos,
va envolviendo de magia el Portal de Belén, con esa luz poética que da vuelo a
nuestro afán de trascender como impulso interior de nuestra existencia. Sólo se
encuentra algo de similar luminosidad poética, en el Nacimiento de Buda, en un
acto de eclosión floral, en que se manifiesta el Niño que esplende la luz de la
poesía.
Está claro que nuestros
poetas del ámbito cristiano, han encontrado en el misterio del Portal de Belén,
las motivaciones más bellas para exaltar el misterio del Nacimiento del Niño
Dios.
Voy a transcribir un poema de
una poeta actual, María Vitoria Atencia, autora de ese bellísimo libro,
«Trances de Nuestra Señora», del que escojo el breve poema:
PLENITUD»
Desde entonces me tienes, Señor, a tu servicio:
Con llevarte conmigo lo demás se me olvida.
Una brizna de paja pone el oro en mi pelo
y, cerca de nosotros, buey y mula vigilan.
Y aunque ya me doblega el reproche del tiempo,
su completo solsticio de plenitud herida,
que sigan aguardando, por mi, que te retengo,
por mi que en esta noche he de darte yo misma.
Quisiera sumar ejemplos de
otros poetas, que han dejado su huella en el tema de la Navidad, pero voy a
limitarme a un poeta granadino: Luis Rosales.
En Luis Rosales, que quizás
sea el poeta español que con más apasionamiento ha cantado a la Navidad,
también aparecen las sutiles int1uencias de Juan del Encina. Veamos a
continuación dos poemas:
CALLAR
Dicen que el niño ha nacido,
y el corazón en la brisa
tiene una fiesta imprecisa
de campanario sin nido;
siempre hay un niño dormido
junto al silencio, vivir
sin despertarle ni herir
con la nieve su garganta...;
callar, es la noche santa,
«no la debemos dormir».
Callar... ¿Si el niño tuviera
siquiera luz por abrigo,
y el viento no helara el trigo
de su sonrisa primera?;
callar, ¿ si el niño quisiera
descansamos de vivir,
y el mundo dejara oír
su alegre mensajería?;
callar, habla todavía,
«no la debemos dormir».
Veamos, otro poema del mismo
autor:
DE CÓMO Y PORQUÉ SE JUNTARON PARA LLORAR LOS ÁNGELES Y LOS PASTORES
Los ángeles ven al niño
y están llorando en silencio;
le miran, le ven y lloran
para merecer su cuerpo.
Los pastores no son hombres,
que son árboles del cielo;
lloran viéndose en los árboles
como si fueran espejos.
Los pastores son de nieve
recién pisada, de beso
que tarda un poco, de llanto,
que siempre llega a su tiempo.
Los ángeles son de lluvia
con sol, de cristal con sueño,
de nieve recién caída,
tal vez de nieve cayendo.
Unos porque tienen alas
y otros porque tienen cuerpo,
todos están junto al niño
llorando y amaneciendo.
No tengo más remedio, a la
hora de terminar este Pregón, que lamentar el sombrío panorama de tormenta
bélica que ha ensombrecido la Navidad de este año, y que queramos o no, a todos
nos afecta.
Aunque parece que hemos entrado
en una tregua de Navidad, esperamos sea definitiva.
Por eso, mi primer deseo que
transmito a todos es PAZ, sobre todo PAZ, aspiremos a la PAZ; y cómo no, a la
FELICIDAD DE ESTAS FIESTAS, Y a UN PRÓSPERO Y RISUEÑO AÑO NUEVO que conlleve la
Esperanza para vuestras familias, para todos en general, como expresión de
Buena Voluntad. FELICES FIESTAS Y UN CORDIAL ABRAZO PARA TODOS.
Gracias.*
* Pregón de Navidad
pronunciado el día 21 de diciembre de 1998, organizado por el Aula de Cultura
del Diario Ideal de Granada.
José Espada
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